Después de ser restaurada, esta fábrica abandonada del siglo XIX se ha convertido en uno de los restaurantes más destacados de la ciudad. Los techos altos y las paredes blancas brindan al lugar una luminosidad envidiable, que se complementa con luces colgantes que se entrelazan con enredaderas, muebles de madera y elementos originales de la antigua fábrica. Una combinación que obtiene como resultado un ambiente informal pero con clase. Su propuesta gastronómica es exquisitamente equilibrada y ofrece una versión moderna de las recetas más tradicionales, todas elaboradas con los mejores ingredientes de la temporada.